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En los últimos días, los Argentinos hemos visto resucitar un viejo y acalorado debate que en la mayoría del mundo parece ya superado, o por lo menos comprendido, contextualizado y relativizado. Me refiero a los controles y acuerdos de precios.
Sin lugar a dudas, la creciente inflación que experimentamos obliga, cada vez con mayor fuerza, la implementación de medidas para su solución. Como es sabido, el gobierno ha relanzado el programa “precios cuidados” como medida para disminuir la suba de precios generalizada. Esto no es otra cosa que una nueva versión de fracasos anteriores, tanto en nuestra historia como Argentinos como en el mundo entero.
Las argumentaciones acerca de los excesos que obligan a tomar estas medidas no escasean. En los debates y justificaciones se ponen en duda los valores de humanidad y hermandad de algunos actores. Se realizan fuertes acusaciones unos a los otros trasladando la “culpa” del aumento de precios. Se trata de ladrones, usureros, especuladores, codiciosos, conspiradores y antipatriotas a los supuestos formadores de precios, se denuncian a los comerciantes y se agreden a los trabajadores de los comercios.
Al parecer, es sólo una cuestión de voluntad de los comerciantes, o por lo menos de algunos, llamados formadores de precios, que han decidido incrementar el valor de venta de sus productos por encima de lo “justo” o lo considerado razonable.
Nadie puede pretender evitar la tentación de los gobiernos de desviar las responsabilidades de la generación de inflación. Es natural que se intente trasladar la culpa, y sobre todo la obligación de solucionar la situación, ya que esta exige realizar algunos ajustes poco atractivos en términos políticos.
Es por eso que la prestación de la sociedad a los instalados debates acalorados acerca de los abusos especulativos de los empresarios y la réplica solidaria de los controles instrumentados por los gobiernos, lo único que favorecen son mayores aumentos de precios. Esto se produce por la sencilla razón de tolerar y aceptar medidas evasivas que lo único que provocan es retrasar acciones de fondo, aquellas que atacan las causas del problema.
Para ratificar la ineficiencia de este tipo de medidas, y la intención de los gobiernos por redireccionar la causa del problema hacia los empresarios, con sus diversas variantes y maquillajes, es realmente enriquecedor leer el resumen que Schuettinger y Butler nos hacen de este tipo de medidas a lo largo de la historia del hombre. En su obra 4000 años de controles de precios y salarios, los autores hacen un excelente repaso de las causas que dieron pie a las políticas de controles realizadas, sus características y efectos. Se analizan ejemplos en los 5 continentes, en distintas épocas y en las más diversas culturas y civilizaciones, controles realizados por emperadores, dictadores, militares y democracias. Empezando desde los controles realizados en el antiguo Egipto hasta los modernos y sofisticados controles de fines del siglo XIX, se destacan las marcadas similitudes de sus causas, efectos buscados con su implementación y carencia de efectividad para combatir la inflación.
A continuación se presentan algunos fragmentos del preámbulo del Edicto de Diocleciano, instrumento impuesto por el emperador Romano en el siglo III DC para controlar los fuertes aumentos de precios que sufrían los romanos condenando a pena de muerte a quien no cumpliera. En el mismo se presentaba una lista extensa de productos y se estipulaba el precio de cada artículo o servicio.
…Porque, ¿qué individuo tiene un corazón tan insensible, o se siente tan ajeno al sentimiento de la humanidad al punto de pasar por alto, o más aún, en realidad desconocer que el curso desenfrenado de los precios de los bienes que se compran y venden en el mercado, o con los que se comercia a diario en las ciudades, ha llegado a una situación tal que es imposible moderar la codicia irrefrenable con provisiones abundantes o temporadas fructíferas?
Y a causa de la avaricia de aquellos quienes siempre están prestos a obtener beneficios personales aun de las bendiciones de los dioses, a contener la ola de prosperidad general, y quienes, en un año improductivo, negocian con la siembra de la semilla y el comercio del minorista; a causa de aquellos quienes poseen fortunas tan inmensas que podrían haber enriquecido satisfactoriamente a pueblos enteros y aun así buscan obtener ganancias personales y ruinosos porcentajes de beneficio a su avaricia, hombres de nuestras provincias, la atención que merece la humanidad nos impulsa a fijar un límite.
¿Quién puede ignorar, por lo tanto, la presencia de mentes audaces que conspiran contra el bien de la sociedad con un espíritu de usura allí donde la defensa del bienestar general obliga a nuestros ejércitos a ser enviados no sólo por las villas y los pueblos, sino también a lo largo de cada camino? ¿Quién puede ignorar el hecho de que los precios de los bienes han incrementado no sólo cuatro u ocho veces su valor, sino que han alcanzado un número tal que no existen términos en nuestro idioma para evaluar sus actos?
Nos complace, por lo tanto, que los precios de los artículos bien determinados que contiene la lista que se detalla más adelante, son los que deberán tenerse en cuenta en toda la extensión de nuestro dominio, de tal manera que todo hombre comprenda que la libertad de exceder dichos precios queda coartada. Asimismo, dicha ley no impedirá el gozo en situaciones de precios bajos en aquellos sitios en donde el suministro de mercaderías sea abundante —por el contrario, existe amplia disposición a los precios bajos en el caso que se limite o disminuya la avaricia.
Por otra parte, esta restricción constituye una obligación mutua entre vendedores y compradores, que tienen por costumbre efectuar transacciones en puertos comerciales y provincias de ultramar. Ellos ya tienen conocimiento tanto de la necesidad que llevó a imponer los precios máximos como de la obligación de no excederse de los mismos, al llegar el momento de efectuar los cálculos de las transacciones individuales realizadas en distintos sitios y de la transacción total. Asimismo, saben de la existencia manifiesta de un acuerdo justo, mediante el cual quienes transporten las mercaderías no podrán venderlas a precios más altos de los permitidos en ningún sitio.
Asimismo será considerado culpable aquel individuo que, contando con bienes suficientes para la alimentación o uso, hubiera considerado la posibilidad de retirarlos del mercado una vez instaurada la presente reglamentación, ya que debería aplicarse un castigo mucho mayor a aquel que genera la necesidad que el individuo que transgreda las disposiciones legales.
Por todo lo antedicho, apelamos a la devoción de todos los individuos con el objeto de lograr el respeto a la decisión tomada para proteger el bienestar público, decisión que deberá respetarse con generosa obediencia y la conciencia debida, fundamentalmente porque dicha ley hace referencia manifiesta no solo a cada uno de los estados, pueblos y provincias, sino también a toda la humanidad, ya que conocemos la existencia de unos pocos individuos encolerizados en exceso que han causado la ruina del mundo. Ni el correr del tiempo, ni las riquezas que anhelaban alcanzar han podido moderar o satisfacer la avaricia de dichos individuos.
Seguramente estos argumentos que expresaba Diocleciano hace aproximadamente 1.700 años resultan claramente similares a los discutidos en nuestra actualidad.
Los 4000 años de historia de los controles de precios nos demuestran que estos debates siempre se repitieron y nunca llevaron a soluciones efectivas contra la inflación. Simplemente por tratarse de medidas evasivas.
Considero que la sociedad Argentina tiene una importante responsabilidad en los reiterados procesos inflacionarios que sufrió y por ende de sus consecuencias. Esta responsabilidad no la atribuyo a la ávida especulación de sus empresarios. Por el contrario, la mayor responsabilidad de la sociedad es aceptar, apoyar y demandar medidas evasivas de los problemas que nuestra propia historia nos ha evidenciado su ineficacia.
Denunciar, discutir y debatir acerca de los controles de precios no generan otro resultado que un desgaste de energía, recursos, tiempo y malestar. Significa introducirse e incentivar la evasión del problema. Es entrar en el juego de aquellos que pretenden estar más allá de la racionalidad y la lógica. Aquellos que pretenden estar más allá de la historia. Ellos son los únicos beneficiados de estos debates, que evitando instrumentar medidas de fondo que ataquen las verdaderas causas, continúan con políticas poco responsables. Practicar este juego político significa resignarse o aceptar la transferencia injustificada de la responsabilidad desde los gobernantes hacia la sociedad. Ahora sí, con un gran contenido ideológico repetido durante 4000 años.
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La importante devaluación realizada por el gobierno pareciera ser como pretender desenrollar un ovillo de lana por la punta interior. Seguramente generaremos algún destrozo o estrangulamiento.
Si bien es claro y reconocido el atraso cambiario que tenía el país, y probablemente se reitere periódicamente, si la herramienta utilizada para su solución es la devaluación del peso aislada, la medida tomada parece ser empezar por el final.
Luego de 10 años de inflación en claro proceso de aceleramiento, un salto devaluatorio amenaza con trasladarse rápidamente a precios, dejando inerte el incremento de la competitividad buscado. Mucho más, teniendo en cuenta la proximidad de las paritarias de los gremios cuyas expectativas de inflación fueron automáticamente actualizadas. Eso sí, este efecto, si bien puede ser neutral para la mejora de la competitividad, generará mayores costos sociales en cuanto a pobreza, desempleo, inestabilidad y desigualdad.
El acomodamiento cambiario no debe ser tomado como una medida aislada. De hecho, no la considero una medida de fondo. El éxito y credibilidad de la moneda vendrá dado por el ajuste monetario y fiscal que el gobierno se ha negado a realizar hasta el momento. Deberíamos mirar con muy buenos ojos fuertes alzas en tasas de interés que nos incentiven el atesoramiento del peso, tarifas de servicios públicos que no nos condenen a déficit fiscales insostenibles y una clara señal de austeridad monetaria. Claro está, esto generará un inevitable costo político y económico que debemos atrevernos a invertir para lograr un nuevo sendero de equilibrio que nos rencuentre con el crecimiento económico minimizando el costo social hacia las clases más desprotegidas.
Es por esto que comenzar el ajuste por la variable cambiaria, parece ser más que un paquete de medidas un movimiento un tanto improvisado o una apuesta que, de no tener el efecto buscado, acotaría importantes grados de libertad a la política económica del gobierno. Se puso en juego una importante carta, de esas que no hay muchas en el mazo. Mucho más con las idas y venidas acerca del porcentaje aplicable como anticipo de ganancias. Al parecer, no existen muchos indicios que muestren la vocación del gobierno de asumir costos políticos a los cuales ellos mismos se están condenando.
Sólo de la correcta implementación de estas medidas de fondo depende que el acomodamiento cambiario resulte en un nuevo sendero de convergencia, si bien sería esperable todavía algunas nuevas devaluaciones de menor envergadura, o un nuevo comienzo de historias ya vividas por el pueblo Argentino, pero que sin lugar a dudas, todavía no hemos comprendido como fenómeno económico objetivo, abstraído de los bemoles y sentimientos políticos.